Castidad es . . .
La castidad no es un concepto retrógrado, anticuado, pasado de moda o ignorante. La castidad es la única vía que existe para conocer y vivir el verdadero amor. El hombre y la mujer castos valoran y viven su sexualidad como un gran regalo de Dios, el cual debe ser cuidado, valorado y utilizado con responsabilidad.
La castidad es una virtud moral. Es también un don de Dios, una gracia, un fruto del trabajo espiritual (cf Ga 5, 22). El Espíritu Santo concede, al que ha sido regenerado por el agua del bautismo, imitar la pureza de Cristo (cf 1 Jn 3, 3). Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) 2345
Puesto que la sexualidad es un don que Dios le da al hombre y a la mujer para expresar y recibir amor, mientras más sana sea nuestra sexualidad, mejor podremos vivir y expresar el amor.
La sexualidad no se puede separar del amor. Tampoco el hombre y la mujer pueden separarse de su sexualidad y tratarla como si fuera un accesorio que se quita y se pone al antojo o despojarla de su valor, pues si lo hacen, se están despojando de sí mismos. El hombre y la mujer desarrollan plenamente sus cualidades y capacidad de amar cuando aceptan, cuidan y usan su sexualidad según la voluntad de Dios. Es precisamente en nuestra sexualidad masculina o femenina que podemos descubrir el propósito de nuestras vidas. Este propósito es amar como Dios ama, con la donación total de nuestro ser y siendo co-creadores con Dios.
Una sexualidad sana es una sexualidad integrada a nuestra persona. Esto quiere decir que para ser hombres y mujeres castos debemos lograr que toda nuestra persona: inteligencia, voluntad, afectos y cuerpo estén dominados por nosotros mismos.
Todas las personas están llamadas a vivir en castidad, según los diferentes estados de vida: soltería, noviazgo, matrimonio o consagración.
Todo bautizado es llamado a la castidad. El cristiano se ha “revestido de Cristo” (Ga 3, 27), modelo de toda castidad. Todos los fieles de Cristo son llamados a una vida casta según su estado de vida particular. En el momento de su Bautismo, el cristiano se compromete a dirigir su afectividad en la castidad. CIC 2348
Los solteros y las personas en noviazgo todavía no están unidos en la alianza del Sacramento del Matrimonio. Esta alianza es tan íntima, tan profunda, cambia tanto la realidad del hombre y de la mujer que el mismo Dios le llamó “UNA SOLA CARNE”. Ya no son dos sino uno.
Los novios están llamados a vivir la castidad en la continencia. En esta prueba han de ver un descubrimiento del mutuo respeto, un aprendizaje de la fidelidad y de la esperanza de recibirse el uno y el otro de Dios. Reservarán para el tiempo del matrimonio las manifestaciones de ternura específicas del amor conyugal. Deben ayudarse mutuamente a crecer en la castidad. CIC 2350
En el matrimonio, la castidad conyugal exige la fidelidad y la fecundidad.
El amor conyugal exige de los esposos, por su misma naturaleza, una fidelidad inviolable. Esto es consecuencia del don de sí mismos que se hacen mutuamente los esposos. El auténtico amor tiende por sí mismo a ser algo definitivo, no algo pasajero. CIC 1646
"Por su naturaleza misma, la institución misma del matrimonio y el amor conyugal están ordenados a la procreación y a la educación de la prole y con ellas son coronados como su culminación" (GS 48,1) CIC 1652
¿Cómo puede una persona recuperar la sexualidad integrada?
El dominio de sí es una obra que dura toda la vida. Nunca se la considerará adquirida de una vez para siempre. Supone un esfuerzo reiterado en todas las edades de la vida (cf Tt 2, 1-6). El esfuerzo requerido puede ser más intenso en ciertas épocas, como cuando se forma la personalidad, durante la infancia y la adolescencia. CIC 2342
Es importante conocer el verdadero significado del regalo de nuestra sexualidad y tomar una decisión de vida dentro del plan de Dios. Por eso está la vida sacramental y las enseñanzas de la Santa Madre Iglesia y movimientos como Castos Por Amor que nos ayudan a vivir y recuperar la sexualidad integrada.
La castidad tiene unas leyes de crecimiento; éste pasa por grados marcados por la imperfección y, muy a menudo, por el pecado. “Pero el hombre, llamado a vivir responsablemente el designio sabio y amoroso de Dios, es un ser histórico que se construye día a día con sus opciones numerosas y libres; por esto él conoce, ama y realiza el bien moral según las diversas etapas de crecimiento” (FC 34). CIC 2343
Cuando nos damos cuenta que nos hemos equivocado, que hemos tomado malas decisiones, o que nos hemos revolcado en el lodo del pecado, como el hijo pródigo, corramos a la casa del Padre y escuchemos las palabras de Jesús: “tus pecados son perdonados…ve en paz y no peques más.” En el Sacramento de la Confesión nuestro Padre Misericordioso nos reviste con Su gracia y nos devuelve la dignidad de hijos e hijas de Dios.
© Movimiento Castos Por Amor